Ocurre lo mismo con “prestarse” a hacer programas, catas por encargo, actos públicos, a medida de un pagano. Leer el guión de otro debe ser bastante aburrido, o peor incluso, “prestarse” a hacer el guión según las directrices de otro. Se dice lo que sea por salir en la tele, en la radio, a la luz pública por cualquier medio. Se canta lo que sea, se viste uno como sea, se convierte en lo que haga falta para ganar un poco de visibilidad.
El vino anda necesitado de limosnas del mundo de la tele y de los medios en general. Un minutito es algo por lo cual se repta un par de meses, se hace la pelota a quien haga falta, se bloquea con influencias a los competidores, casi como los perros cuando se mean en las puertas para marcar territorio.
En el vino un bote de colón, como dice Alaska en el vídeo, es poco: hay quien se ha convertido en un esperpento de profesional del vino sólo por un anuncio de tv, y, por poco más, en un ejemplo para la posteridad de cursilería y pijerío infinito. El efímero y discutible beneficio propio va en enorme detrimento del resto de profesionales del sector, ya que, gracias a lo que se le enseña, el público concluye que todos somos iguales: un hatajo de cursis sin remedio.
Desde luego seria mil veces mejor ver a un bote de colón hablando de vino.
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