Lectors

jueves, 20 de febrero de 2014

QUIERO QUE NOS HAGAN MÁS LA PELOTA



A veces, hasta las películas malas y ñoñas tienen una frase que pasa a la historia. Ésta es de Pretty woman, probablemente es la única que todo el mundo recuerda de esa película, ya que el resto es una historia rosa bastante olvidable.



O no. Para el tema que da pie a este post, no sé si estas historias muy poco comunes de final feliz y música de violines son las únicas que se deben tener en cuenta. La frase de Richard Gere la podría decir cualquier bodega al poner un anuncio en cualquier medio del vino en el estado español, ya que lo que se lleva es eso: ir humedeciendo la lengua para dar lametazos sin tregua en busca de un anunciante más. La diferencia es que no será necesario que la bodega esté dispuesta a gastar una cantidad escandalosa de dinero.

Las notas de cata, los reportajes de bodega, muchas entrevistas, finalmente, son sólo moneda de cambio para asegurar la contratación; cuando lo digo así es porque sé de qué hablo, después de tres años y doce números del Especial Vinos La Vanguardia. Desde entonces, sin embargo, ha habido una crisis que ha acentuado el tono pelotillero y lametón de muchas notas de cata, hasta el punto que leer tres o cuatro seguidas, aunque sean de diferentes autores, empalaga sólo de imaginar el azúcar necesario para hacer semejante pastel. Como ejemplo, aunque esté en catalán (quizá la concentración de peloteo en los medios relativos al vino en Catalunya es incluso más exagerada), quizá sirva esta nota de un clásico de tres foráneas globalizadas.

“ja es veu que es tracta d'un vi de col·lecció, una d'aquelles joies que agrada ensenyar al cunyat entès en vins (per fer-li enveja) i per a les quals costa trobar el moment d'agafar el llevataps. És un vi de color roig intens, amb el voraviu de robí, tot i que afinat i matisat pel pas dels anys. A les aromes hi ha tota l'elegància i la complexitat dels millors vins de château bordelesos, i alhora un punt de maduresa que només aporta el clima més càlid del Mediterrani: fruita vermella, torrat lleu, espècies: clau, vainilla, un punt lacti. A la boca és tot finor, entra com la seda, i s'eixampla al paladar fins emplenar tota la boca de sensacions plaents: és totalment rodó i vellutat, i alhora fresc i elegant. I si teniu la sort o el caprici d'accedir a una ampolla, no trigueu gaire a obrir-la, que als millors moments no se'ls ha de fer esperar.”

Como este, tantos ejemplos como se quieran encontrar. Costará, fuera de las Guías, encontrar un criterio propio sobre un vino, o por ser más exacto, exhaustivamente sincero. Se escenifica una especie de correspondencia entre las necesidades de la urgencia financiera y las posibilidades de ejercer alguna actividad seria y fiable, con evidente merma para la última.

Cómo hablar de globalización en la viña si tu cliente hace vinos de cabernet sauvignon? Cómo cuestionar la vendimia mecanizada sin selección, en el caso que te pague media página, siempre descaradamente contigua a la nota de cata zalamera? Cómo escribir, en definitiva, lo que uno piensa de un vino si el director del medio no quiere ni oír hablar del tema por el hecho de que pondrá en peligro la viabilidad de la revista? Cómo sobrevivir, en definitiva, ejerciendo la estrictamente elemental libertad de expresión?

En todo este entorno, se podría pensar que alguien quisiera hacer la apuesta para conseguir más tirada, audiencia o clics, por medio del recurso coherente de añadir credibilidad y criterio a su medio por ejercer esa libertad de expresión.

Pero no. Desgraciadamente esa lista está desierta.

Sin embargo, seamos optimistas: de momento no. Nadie se atreve a dar ese paso para diferenciarse de los demás. Hasta que llegue alguien que se atreva, hay quien es más sutil en esas notas, hay quien se pasa con el jabón como el ejemplo concreto, pero todos están en una línea parecida.

No obstante, está claro qué diría cualquier profesional del vino, de esos que escriben súper notas de cata patateras y babosas, si detectara una actitud similar en algún otro contexto o sector: que no es creíble. Y es que otro de los pecados de este sector es una especie de autoindulgencia que les permite afirmar que su caso es diferente. No se sabe nunca en qué, pero diferente; porque cuando preguntas te hablan de pagar las facturas, vivir, y todas esas cosas que los demás, no sé por qué, no estamos obligados a hacer ¿Han pasado por una zona de abducción extraterrestre? ¿Están permanentemente instalados en la esfera de la confusión?

¿O quizá aspiran a insultar la inteligencia de cualquier persona coherente?

Me inclino por la última opción; sobre todo porque las razones para justificarse, las escasas veces que alguien las pide, son tópicos que ya constan entre los más recurridos de la historia: “si lo escribí es porque realmente lo pensaba”, o bien “yo solo escribo de lo bueno, porque publicar lo malo no aporta nunca nada”. Eso cuando no dicen directamente que “criticar arruga”. No tiene nada que ver que hayas escrito la nota de cata después de que te inviten a comer y te pongan publicidad en tu medio. Nada de nada, nunca.

Colaborar con este panorama desde una publicación independiente que no acepta publicidad es algo imposible de conciliar con una línea de conducta basada en un criterio consecuente. Por eso no nos veréis escribir en ningún medio; porque tiraríamos a la basura seis años de trayectoria por un plato de lentejas, que es la paga habitual en este sector.

Así que las bodegas ya saben lo que pueden hacer, en adelante, cuando vayan a contratar publicidad:

Háganme más la pelota. Mucho más.

Y cuando se cansen de oírlo, pueden incluso pedir un relevo:

A mí no, a ella.

Y seguirán...



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