Lectors

lunes, 31 de marzo de 2014

Otra reunión inútil

Sentado, aparentando un interés inmenso, una empatía conmovedora, examina nuestro caso un asesor del gobierno para la materia concreta en la que siempre nos encuadran. Desde el principo de su monólogo me cuesta comprender que el destino de mis días de trabajo pueda acabar teniendo relación con este individuo tan comprensivo y próximo, menos aún si acaba por terminar diciendo que lo que propongo no tiene sentido sin dar siete pasos previos que me va a tomar cuatro años por lo menos llevar a cabo. En concreto, debemos iniciar los trámites para convertirnos en fundación sin ánimo de lucro: el coste, unos 30000 a fondo perdido, ademas del tiempo invertido y del resultado incierto. El arte del capote no es sólo cosa de los toreros, es evidente.

Evoluciona la reunión, cada vez más a un monólogo cada vez más explícito, cada vez más distante de la calidad y de los logros del trabajo hecho, cada vez más economicista, cada vez más mezquino.

Al final incluso sugiere que no tengo propuesta que hacer, que en el contexto actual no hay horizonte en estas circunstancias, y que es urgente que el marco legal cambie para que él se moje ni la punta del dedo gordo del pie. No está dispuesto a quemar cartuchos porque sí, acaba por afirmar completamente desmelenado, ya que no tiene demasiado crédito en el banco de favores y no quiere desperdiciarlo; todo ello con eufemismos que todo el mundo pueda siempre entender, a menos que el interlocutor sea imbécil patológico.



He perdido el tiempo. Nada de lo que se hizo o se entregó en el pasado sirve para el futuro. Noto que se me instala un gesto adusto en la cara, en las manos, en la mirada; él también, pero no quiere enfrentamientos, sólo pasarme el capote y que me largue de una puta vez. Noto también que el encargo que le hicieron desde arriba le dio por el culo sumamente, y que de entrada ya preparó el expediente para abrirlo y cerrarlo directamente en mi presencia, sin haberlo hojeado ni ojeado en ningún momento, ni siquiera para saber bien de qué o con quién coño hablaba.

He perdido el tiempo; él no. Él lo justifica cada mes mediante una retahíla inacabable de reuniones como ésta, inútiles por completo, especializado como está en decir que no, en ser el colon de la administración, aporreando, macerando y dando forma y consistencia al bolo para que salga de una vez del espacio que ocupa en forma de zurullo. Hay cola y hay que aligerar el proceso; no, no, no, no, no, es la consigna. Este aprovechado está cobrando de todos para idear la manera de negar cualquier cosa amablemente, dando largas muy explícitas que se parecen demasiado a aquel “vuelva usted mañana” que tiene casi doscientos años de historia.

Concluye, no sabe que sólo para sí. O sí lo sabe, pero no le importa. Es un político profesional, habituado a reunirse para nada, consciente de que el 95% de su trabajo es inútil a pesar de que el esfuerzo de los contribuyentes es el que le da el sustento cada final de mes. Concluye que valore su propuesta y decida lo que quiero hacer, pero diciendo, sin decir, algo parecido a "si no haces lo que yo te digo no moveré un dedo: y como no vas a hacer lo que yo te digo, aquí se acaba la historia". Me sugiere, a última hora, que en caso de volver a comenzar lo haga por el cauce reglamentario, quizá impelido por la voluntad inequívoca de quitárseme de encima para siempre más.

Salgo por la puerta, por el ano de la administración, con la sensación de haber sido algo tangible al entrar hace unos días para hablar con otro político mucho más amable y respetuoso; entonces era alimento que acababa de entrar, fresco y sabroso para llenar los despachos y las horas públicas y para justificar salarios inútiles. Se me instala una sensación de asco después de pensar que ese hombre no era sino el recto de un enorme aparato digestivo que convierte en excremento inservible todo lo que toca, para asegurarse de no tener que procesarlo nunca más: era el colon que machaca el detrito para convertirlo en hez, para formarla y colocarla justo antes del apretón, justo antes de deshacerse de ella diciéndole que en adelante utilice el cauce reglamentario y habitual para este tipo de trámites. Me consuelo pensando que yo me limpio con una simple ducha, pero que él, mañana, continuará aporreando, modelando mierda a cambio de dinero, para que sea reconocible y no la dejen entrar, en caso de que quiera volver a hacerlo por la misma puerta de nuevo. Según él dirá siempre, está trabajando para su país; pero no puedo evitar que me dé incluso pena, hediendo siempre desde la mañana hasta la tarde, amasando truño tras truño con codos y manos y uñas, conviviendo con el clásico olor a culo que nadie soporta.

viernes, 28 de marzo de 2014

El vino y el coño

Para este sector siempre hemos sido unos extremistas. Hasta en las maneras. Siempre nos han dicho esa frase tan ñoña, tan cursi, que se suele decir cuando no se tiene argumento para rebatir una exposición:

“No es lo que dices, sino cómo lo dices”

Es una práctica muy habitual, un recurso-burladero que cualquiera ha utilizado en alguna ocasión: se enciende la discusión, alguien suelta un taco, a menudo porque le están insultando la inteligencia, y el interlocutor, o como haya que llamarle, aprovecha para salir despavorido hacia la puerta:

“Ah, no, si empezamos con este lenguaje aquí se ha acabado el tema”

Como si realmente la chicha estuviera en la forma, y no en el fondo. Pero lo que le ocurre a todos los amantes de la politesse  en la dialéctica -hay muchísimos, la mayoría ocasionales- no es que su educación de colegio de curas rijosos les prohíba escuchar tacos, no… Es que en el curso de la discusión han recibido más de un crochet y quieren retirarse al rincón y conseguir como sea que el árbitro declare combate nulo.

Los tacos tienen esta cualidad: aparecen en una conversación y alguien se escurre como una anguila, imposibilitan el desarrollo de cualquier idea dentro de una discusión, siempre y cuando entre en el ring esa moralina que viene directa de Escrivá de Balaguer, que hace que no se pueda hablar más. Combate nulo por mala educación.

 


Yo no suelo decir tacos en mis intervenciones ni tampoco los uso demasiado en estos posts, pero siempre me han dicho esa cursilada de las maneras, supongo que para acabar apropiándose de las ideas ajenas sin tener que pagar ni reconocer peaje por ellas: que al final, a pesar de que estamos en Catalunya y sabemos muy bien lo que es un peaje, nos hemos quedado sin cobrar, por supuesto. Una maniobra muy bien estudiada: a veces hablaban de la prensa internacional, que va llena de estas ideas; otras de la poligénesis; otras de un historial propio muy anterior a nuestras aportaciones… Pero siempre han hecho un sinpa en todos sus textos, casi sin excepción.

Ahora nadie le dirá Joan València no es lo que dices, sino cómo lo dices: seguro que no. Su frase se las trae, directa en el morro a varios profesionales del sector, enólogos todos, al decir que la mayoría de los vinos naturales que había traído a una cata tenían defectos serios (la leo en un post de twitter y en Facebook):

Os miráis el vino como un ginecólogo mira el coño de una mujer”

Si lo hubiéramos dicho nosotros, no quiero ni pensar qué circularía por los mentideros del sector, siempre dispuesto a jugar al juego del teléfono.

No entraré al trapo con esa frase. Me guardo incluso mi opinión sobre los vinos naturales, porque creo que cada vez que sale una tendencia alguien ha de decir que, sea el que sea el método o filosofía con que se haga un vino, se puede hacer bien o mal: y siempre hay de todo en todas partes. Tampoco me echaría para atrás el lenguaje; incluso me divertiría seguir en una especie de escalada procaz para ver quién gana; siempre que lo he hecho la cuestión no era ganar, sino reírse un rato.

Pero estoy seguro de que los que se han apresurado a encontrar chispas de genialidad en la frase de Joan no le seguirían el rollo. Por falta de argumentos, al segundo asalto le hubieran dicho

“Ah, no, yo si no es con un mínimo de educación no sigo hablando…”


Y hubieran salido por patas, aliviados por el exabrupto tan in/oportuno…



martes, 25 de marzo de 2014

Sabor, sabor

Es esa palabra que siempre está debajo de cualquier nota de cata.

Se evita porque la utilizan toda clase de productos, desde la margarina hasta un zumo concentrado. Los vinos no tienen sabores. Tienen gustos y aromas. Técnicamente es correcto, pero el consumidor normal no capta el matiz tanto como los profesionales, y desconfía porque entiende que se le trata como a un niño.

No obstante, en términos más coloquiales, lo que se busca cuando se planta una variedad nueva en una viña es otro sabor. Otro aroma, diremos en el sector, pero no haremos más que marcar la distancia. El público lo entendería mejor si dijéramos otro sabor. Eso es lo que haré hasta el final del texto, no por ser díscolo o inexacto, sino por todo lo contrario: para ser más claro.

Se busca una diferencia con lo que se tiene o la semejanza con lo que tiene otro. Se busca ese sabor que ha de triunfar. La cuestión es cómo se hace, o mejor qué se hace para conseguirlo. 

El recorrido hasta llegar al resultado está lleno de zonas oscuras, por supuesto nunca relativas a los procedimientos, pero sí a las variedades.

Y es que hoy día el mercado ha convertido al consumidor en un banco de pruebas, un receptor anónimo de todo lo que se desee producir, y se le ha dado tanta importancia que, sin  pudor alguno, puede ser ignorante, caprichoso, y sobre todo sensible a cualquier campaña de publicidad por engañosa o imbécil que sea. El sabor  es el primer argumento para conquistarle, el segundo el precio. Si alguien piensa que en el vino hay alguna diferencia, salvo en contadas ocasiones, peca de una ingenuidad algo peligrosa.

En las catas de La Guia estamos algo cansados, año tras año, de vinos de esos que los enólogos llaman técnicos.

Ahora se llama así un vino hecho con variedades foráneas, al parecer un eufemismo necesario para esconder una necesidad que son varias a la vez: la primera, sacar la uva de la cepa. La segunda, sacar un vino al mercado para facturar. La tercera, buscar un sabor concreto y determinado, que al parecer dan unas variedades y no otras.

En definitiva, en el momento en que alguien toma la decisión de plantar una variedad que no tiene nada que ver con el entorno elegido está buscando un sabor. Al mismo tiempo, sin embargo, descarta todas las variables que debe tener en cuenta, las desprecia porque vive, quizás, en la misma ignorancia que el consumidor del cual quiere el dinero que necesita para seguir trabajando. Es particularmente curioso que entre esas variables también descarte su propia ignorancia como algo fuera de programa, cuando es el origen de todo.

Así que esas variables no son moco de pavo, pero los últimos cincuenta años del vino en todo el estado español han pasado por encima de ellas parándose a pisotearlas un ratito en algunas zonas.

El proceso por el cual ese sabor pasa a ser la madre del cordero es extraño. Se interpone la cuenta de resultados mediante una propuesta torticera de cambio, de modernidad, de nueva era, de puesta al día, de internacionalización… Eso sí, sin hablar de precios bajos, de copias de un original consolidado en otro tramo de valor muy superior, de mercados frágiles, vulnerables a las mismas maniobras por parte de otras zonas productoras… Y entre lo que se calla y lo que se oculta (a menudo ni se pensaba, ahora ya sí se piensa y por eso ha aparecido este eufemismo de vino técnico), se abre la puerta para el entierro de las variables que no convenían nada (historia, cultura, variedades propias, técnicas ancestrales) para hablar sólo de las nuevas tendencias. Del nuevo sabor, en definitiva.



¿Es más importante una cosa que la otra? ¿De verdad el consumidor ha de ser el árbitro de la variedad plantada en una viña? ¿Quién ha de interpretar eso, el propietario de cada viña o la denominación a la que está inscrito? En realidad, en los casos que más conocemos nosotros y en varias DO del resto del estado, el resultado casi siempre ha sido el mismo si lo hacía uno o la otra; se plantaba zinfandel si hacía falta. Y si se detectaban posibilidades de obtener un buen sabor, se aceptaba la variedad como apta en el listado del reglamento y arreando. En el caso de la zinfandel lo que no se ha dado es el segundo paso, precisamente porque la variedad no prosperó.

Pero un vino, a nuestro entender, no debe ser una componenda. Los enólogos deben hacer vinos consecuentes con el territorio que los genera; al menos se supone que ése es su cometido, y no hacer alquimia buscando la maravilla del sabor universal, casi como si fueran perfumistas buscando el aroma -ahora sí- que había de conducir al mundo entero al éxtasis con sólo husmearlo, al estilo de Jean Baptiste Grenouille.

Esa técnica conocida como coupage tiene cierto sentido si hay algo detrás. Cuando se hacía históricamente no era por una cuestión gustativa, sino porque las variedades con las que se componía un vino se daban bien en la zona, y por tanto ese era el vino de esa zona. Por eso los vinos tenían características diferentes según el lugar.

Hoy, sin embargo, los vinos son todos primos hermanos. En Catalunya, más de la mitad llevan alguna variedad internacional, y distinguir uno de otro a ciegas es tarea de gente muy experta: los que tienen crianza suelen usar barricas del mismo roble o muy parecido, unificando el sabor que la barrica añade. Ahora la crianza sobre lías está casi más discutida que la madera, cosa que tampoco entiendo ya que al menos -salvo en el caso de usar levaduras conducidas- no suma elementos externos a un vino, no añade nada que no lleve ya el propio mosto. Es difícil encontrar algo peculiar en el 80% de lo que probamos, y nos cuesta contentarnos con una gran calidad técnica. Cuando hablo de peculiaridad, me refiero a nuevas ideas, a nuevas formas de trabajar, a la creatividad dentro del margen de acción que marca el uso de las variedades tradicionales, e incluso, en el momento actual, a la recuperación o preservación de alguna de ellas.

Por eso, cada año cuando acabamos, lo que más nos cuesta es entender el momento de arrogancia que el dinero y la consiguiente búsqueda de ese sabor motivan. Una arrogancia quizá necesaria para añadirse a la vulgaridad, porque hay pocas cosas más vulgares que la arrogancia y los argumentos que genera el cortoplacismo. Ambas pasan por encima de cualquier otra variable, pero lo más grave es que en muchos casos los efectos de una actitud así son irrecuperables.

Casi cada día vemos que el individuo no se debe poner por encima de su historia ni de su entorno, ya que algo así suele pasar factura. A pesar de la posibilidad técnica actual, el mundo del vino lo está aprendiendo poco a poco, tan despacio que yo mismo no veré más que una pequeña parte del resultado: debe dejar de centrarlo todo en el consumidor, ya que interpretar y a veces estimular su capricho conduce a pérdidas irreemplazables.

En vino, el disfrute del consumidor debe centrarse en transmitirle el territorio y su producto tradicional e histórico, pero nunca en sorprenderlo con sabores nuevos que nada tienen que ver con un entorno forzado a producirlos para facturar un poco más.

Aunque como he escrito poco más arriba, yo no lo veré más que a la mitad, y eso con optimismo.

lunes, 24 de marzo de 2014

Estamos trabajando en ello…

Estos tiempos piden paciencia. Paciencia con las razones, con las actitudes, con las iniciativas. En particular estos tres últimos meses han sido la expresión meridiana del marasmo, de la abulia, del miedo a respirar demasiado fuerte, no vaya a ser que se acabe hasta el aire. Me río de la recuperación que se anunciaba mediante arcángeles, como a la virgen, tanto como puedo.

Está todo en letargo, hibernando como los osos, esperando una razón para despertar. Los que no hemos querido ni siquiera pestañear, pendientes de cualquier oportunidad para salir de este aburrimiento, hemos acabado dejando pasar cada semana para hacer el balance oportuno. A veces algo, a veces poco, a veces nada.

Desde que empezó esta crisis, entre los empresarios hay quien dice que no mueve ni un músculo para no gastar más energía de la necesaria, y otros que es el momento de no conservar casi nada de lo anterior, de apostar por los cambios, porque lo que viene será distinto.

Pero en nuestro sector había cambios que hacer, urgentes y profundos, y a la vuelta de estos seis años han sido aceptados como necesarios en muchas ocasiones y muchos lugares.

¿A qué esperan muchos, que ahora aceptan como irremisibles los cambios que tienen que hacer en la viña? Cuando acabe la crisis necesitarán tener sus medios en condiciones de producir vinos adecuados a lo que el mercado demandará. Si en algún sector la decisión entre convertirse en una garrapata o actuar está clara, es en el del vino; es el momento de hacer cambios, de apostar.

¿Ha sido rentable esperar a que el mercado les obligue a reaccionar? ¿No era suficiente un aviso previo? ¿A la siguiente ocasión que alguien avise con años de antelación, harán de nuevo como Pedro cuando vino el lobo?


Estamos trabajando en ello, dicen…




Pero inmediatamente después, la excusa de que la viña quiere muchos años para materializar los cambios no sirve ya. Ahora con un injerto aéreo se cambia la variedad en dos cosechas, y se aprovecha la edad de la viña anterior para obtener uvas de calidad, pero de variedades adecuadas al entorno de producción.

El peligro de que esto se pueda hacer de nuevo con cualquier excusa existe: por eso hay que dotar a las Denominaciones de Origen de cierta fuerza, primero argumental y después moral, para que estos cambios que les darán sentido se conviertan en sus propias razones de ser.

Hay que salir al paso de la miseria y cortarla de raíz. La mezquindad no sirve para combatirla, hay que apostar para ganar. Puedes ganar o perder, pero al menos no te has quedado acurrucado en un rincón, escondido con la cabeza gacha para que no te caiga una colleja en cualquier momento. Es mejor prepararse para esquivarlas mientras caminas.

viernes, 21 de marzo de 2014

MIEDO A LA SOLEDAD

Nadie quiere estar solo.

Un amigo mío decía que para emprender o trabajar usaba siempre una frase: “yo solo no puedo”. Por eso será que todo el mundo se apresura a quedar bien siempre con todo el mundo, escondiendo tanto como pueda lo que piensa en verdad para no sufrir sus consecuencias en el futuro.

La primera de esas consecuencias, la más temida, es la soledad. Poner el criterio y la coherencia por delante de las relaciones sociales o profesionales es bastante inusual: de ahí que todo el mundo se haga mutuamente la pelota, que las propuestas aglutinadoras de cualquier clase de propósito escondan siempre más de lo que nunca puedan conseguir. El fantasma de la soledad amontona, pero desde luego no cohesiona;  y aniquila por completo los motivos por los cuales la gente se hacina en grupos cuya unión no es sólo efímera, sino también ficticia. 

El lado oscuro, la incertidumbre, no es otra cosa que miedo a la soledad. No hace mucho oí a un jubilado que no quería que se votara ninguna clase de consulta, por miedo a que un nuevo estado no pudiera asumir su paga con regularidad: todo lo que le pasaba es que tenía miedo a que le abandonaran. Ese desamparo espanta, pero a veces reconforta. Es el precio del criterio, pero sorprende ver, cuando lo ejerces y lo llevas a sus últimas consecuencias, que hay quien aprecia que lo hagas; que no estás solo.

Por eso no entiendo esa obsesión mediática por mantener buenas relaciones con todo el mundo a la vez, cuando es completamente imposible que todo el mundo te guste y te caiga bien, a no ser que uno sea completamente gilipollas o bien un falsario.



La soledad, sobre todo, es la confirmación de una diferencia real, tangible, evidente. A pesar de todo, si interesa suficiente, si tienes algo que no tienen los otros, intentan constantemente que te sumes a ellos, quizá porque necesitan de tu criterio y de tu nombre. Si eso ocurre, lógicamente los que deben cambiar son los demás y no uno: pero cuando se acercan se les olvida el motivo por el que han venido, y te invitan a participar en la fiesta renunciando a tu identidad a cambio de un puñado de lentejas medio podridas, todo lo más, para dejar claro que no les importas tanto como parece.

Entonces es cuando va apareciendo, como si fuera el protector de pantalla, un texto que se repite:




Mejor se está solo que mal acompañado              Mejor se está solo que mal acompañado…..









miércoles, 19 de marzo de 2014

Ícaro

Siempre que un medio se acerca demasiado al poder me viene a la cabeza Dédalo, Ícaro, el Boyero y el Sol, todos juntos, e identifico a unos y a otros con su ingenuidad o con su alevosía.

El poder sólo apoya si le va a servir de algo hacerlo. El poder aniquila el criterio, la expresión libre de las ideas, el debate. El poder intenta meter a todo el mundo en el mismo saco, siempre con la excusa de que es necesario “sumar”, aún a riesgo de que para algunos sea una resta excesiva.

Por poder no debe entenderse solamente el político, sino también el económico. En tiempos de crisis, cualquier euro que entra es bienvenido con una reverencia de las que acaban en lumbalgia, cediendo la línea editorial entera a cambio de unas pesetillas. De nuevo el corto plazo, la urgencia y la inmediatez son los tres árboles que no dejan ver a nadie el enorme bosque que hay justo detrás.

Lo peor es que esta actitud de servilismo ha generado una percepción especial del mundo del vino por parte de los medios generalistas. No es un tema que interese universalmente, así que algunas plataformas tipo magazine incluso aprovechan para programar secciones con las cuales facturar. Y por supuesto, los contenidos son de esos que vale la pena olvidar de inmediato, por ser, siempre, más de lo mismo. Quieren ver lo que el mundo del vino ha vendido, que no es otra cosa que lo que representa de manera impecable Vincent Price en este fragmento.



Acostumbrados a un mensaje siempre positivo, no es bienvenida una versión más realista de las cosas. Si la apuntas, a los 30 segundos te cortan, o el tema recién planteado ya no se toca más en el curso del programa. De todas las ocasiones que hemos ido a medios a hablar de vino catalán, recuerdo un par, como máximo, en que pudimos expresar un porcentaje adecuado de nuestras propuestas e ideario. Lo que sí preguntan siempre es cuál es el mejor vino…



Puestos a hacer otro paralelismo, nadie creyó la respuesta del mandatario iraní Ahmadinejad cuando se le preguntó por el colectivo homosexual en su país, al saltar la noticia al mundo de que eran perseguidos y encarcelados: “en nuestro país no tenemos este problema”, dijo. Siempre tajante, con su punto de vista sesgado y particular, pero cargado de cinismo. Y es que las afirmaciones categóricas sobre cualquier cosa no se sostienen nunca, las de nadie, sean de mayor o de menor alcance sus consecuencias.

Sin ánimo de dar la misma importancia a una cosa que a la otra,  cuando una denominación de origen o la propia administración hacen promociones genéricas de la calidad y diversidad del vino que se produce en Catalunya, ¿no tiene el mismo formato que cualquier sentencia categórica del corte de la anterior?

Seguro que los propios emisores de estas promociones genéricas no se han percatado de que sus propuestas están motivadas por el respeto a todos los productores, mucho más que por el objetivo de cualquier campaña, que es obtener éxito mediático que se traduzca en ventas: tampoco de que sus requisitos para idear los contenidos de cualquier promoción son castradores para los resultados posibles; ni de que si esto es así, el problema son ellos mismos, nunca el mercado que no escucha o no tiene suficiente "cultura del vino". Particularmente esta última explicación es la panacea para seguir por el mismo camino una y otra vez sin resultado, con la excusa de que como se conseguirá que la gente escuche es transmitiendo la “cultura del vino”. Me parto…

Seguro que no se han dado cuenta de que un mensaje tan impenetrable como “todo es bueno, escoge el que quieras”, conduce mucho más al escepticismo que al interés, como les pasa a ellos mismos con el cinismo del iraní. Porque para el iraní, sin embargo, la respuesta es clara: no se lo creen, dice un disparate. No entiendo, sin embargo, que propongan acto seguido que lo importante es el contenido y no el formato categórico e irreal en que se transmite. Me parece muy infantil. Vale cualquier ejemplo en cualquier campo: si es ajeno al suyo, no se lo creerán, pero luego reproducirán el formato de nuevo, a la primera ocasión en que tengan que hacer promoción de lo propio.




El poder, el que sea, tiene estas cosas. Su interés condiciona un mensaje y consigue que cada esfuerzo que se hace, por el compromiso adquirido, caiga en saco roto al menos en un 90% de su posible resultado, tan solo por un contenido que nace determinado y que no motiva a nadie. Y mediatizando el mensaje propio y ajeno mediante alguna clase de coerción más o menos encubierta, atrae a los medios como moscas que van a la miel, que pierden las alas a una velocidad de vértigo al renunciar de antemano a su ideario o bien venderlo a cambio, todo lo más hoy en día, de presencia y apoyo puntual; a condición de que el contenido sea pacífico y “sumador”, de que cualquier voluntad crítica haya sido abortada de antemano.

Nada de todo esto es una característica de éste momento, sino que es una constante. Y no sólo en este sector del vino, sino en muchos otros.

Así que si alguien quiere ejercer la libertad de opinión, debe escuchar el consejo de Dédalo primero: No te acerques al Boyero, que te cortará las alas con su espada, ni tampoco al sol, que fundirá la cera con la que las has pegado a tus brazos.


Me alegro de haber aprendido a volar a media altura. De estar al margen, al coste que sea.

lunes, 17 de marzo de 2014

Encara no som història...

Recordo que aquesta frase ens la va dedicar algú que pretenia haver fet un text que parlés de la història de la vinya a Catalunya. Evidentment no som història, però ell també parlava del present, i s’esforçava amb aquest argument a no mencionar l’existència d’una Guia per primera i única vegada.

Fer una anàlisi de les possibles raons per fer això és complicat. Primer de tot, perquè es tracta d’un acte bastant infantil: s’agafa pels cabells la primera raó que se li acut a l’autor i ho tira endavant sense pensar-hi més. I en aquest “no pensar-hi més” és on hi ha més “chicha”. Fins i tot sap greu dir-ho, però els motius per actuar així surten més des dels instints que des de la raó. Al cap i a la fi, tothom sap que la víscera no acostuma a ser un bon origen per a cap debat.

En segon lloc, no mencionar la Guia en fer un article sobre el debat actual de la vinya catalana i del vi català és fer un esforç extra per passar-hi de llarg: em recorda a aquell que llegia Els Germans Karamazov, i quan trobava un nom rus massa llarg deia que el passava amb els ulls tancats. A altres posts ja hem parlat de la possibilitat d’exercir el dret de lliure opinió quan et sustentes en pressupostos publicitaris, i hem identificat perfectament el número zero com a resultat. Qui més, doncs, podia generar un debat intern que dinamitzés els canvis, llevat de qui renuncia a aquest suport? I qui més ha escrit sobre el tema en aquests darrers sis anys? Tot i així, encara que la resposta a ambdues preguntes és ningú, sembla que hi ha qui proposa la poligènesi com a origen de tot plegat, i qui després la fa servir sense ni tan sols anomenar-la, mentre s’esforça a intentar anorrear La Guia de Vins de Catalunya tot buscant afavorir interessos propis: lleeig, molt lleeeig.



També hi ha qui ens ha dit que de guies n’hi ha hagut més. Concretament ens recordava una única iniciativa d’una revista els anys 90. La revista contractava els espais i, conseqüentment, feia notes de tast faldilleres dels vins que hi apareixien, com sempre passa, però com feia difusió, ja era suficient.

I és que finalment és aquesta la qüestió en el sector. Es tracta de fer soroll, però quin soroll sigui no importa. Soroll i prou.

Com s’enfoquin els continguts, no importa. Com es faci servir la informació, tampoc. Si el tast és seriós o no, no és important. Si el 90% de la gent que llegeix allò ho abandona a la segona ratlla per tant com dolceja, no hi fa res. Si s’han posat a parlar-ne fa cinc minuts, tant fa. I és que si parla de vi català, cal retuitejar-lo, cal compartir-ho a Facebook, sigui qui sigui i faci el que faci.

Per justificar qualsevol greuge comparatiu, s’apel·la a la necessitat de ser prou generós com per posar l’esforç i la trajectòria pròpia dins un esperit de germanor que ha de posar a tots els que fem coses pel vi català al mateix sac, siguin qui siguin i facin el que facin. Els intents setmanals tipo #ff al twitter, posant-nos al mateix sac que vinari, incavi o vinscatalans, volen llimar les diferències fins que es converteixin en matisos sense importància davant la tasca ara gairebé patriòtica de promocionar el vi català. I hem d’anar tots de la maneta, fent saltirons al damunt dels prats, collint de tant en tant una floreta i olorant-la, i cantant les bondats de toooots els vins catalans a qui ens vulgui escoltar.

A banda de que alguns, en tenir criteri i a més trajectòria, tenim molt a perdre i res a guanyar, passa que no ens voldrà escoltar ningú, és clar. Qualsevol amb dos dits de front veu que un sector que, avui en dia, només diu coses bones d’ell mateix no és creïble. Tot és bo, tothom ho fa bé, no hi ha problemes, i potser sí, ara que ho dius, en el passat va haver-hi un excés cap a la varietat forana globalitzada; però s’està corregint, i val a dir que també hi ha cabernets molt bons a Catalunya...

Aquest posat tan conciliador, darrerament, em fa venir basques. Ho dic perquè els que diuen això ara són els mateixos que abans ens deien talibans quan dèiem que calia fer un pensament (cada dia que passa la comparació és més vulgar, més tòpica, més patètica). Són els mateixos que sempre ens havien acusat de voler que s’arrenqui tot el cabernet de cop, quan mai de la vida hem dit això. Sempre hem apostat per una transició gradual que tothom escoltava, es veu ara, per arxivar i proposar ara com a idea pròpia. Per això ara el seu discurs és condescendent: teníeu raó, però les coses no es poden fer de cop, s’ha de donar temps a les empreses a reaccionar...

De vegades ni això: la poligènesi i la premsa internacional són la font d’inspiració del canvi en el vi català. Però el que està clar es que fins el 2008 ningú, llevat de l’ICEA i del Manuel Duran, havia dit a Catalunya ni tan sols una part del que vam dir nosaltres en favor dels vins del sud i del nord català, enfrontant-nos a una tendència que encara deia que el cabernet era el millor raïm negre del món, i la chardonnay el millor blanc. Tenim el mèrit de ser els primers de haver-ho pogut escriure amb un altaveu privilegiat; perquè tot i que a molts no els agrada el fet, és incontestable que de Guia de Vins de Catalunya només hi ha una i té un pes important en el debat intern del sector, com ha de ser tractant-se d’una publicació que vol proposar idees per avançar en alguna direcció.

No ens enganyem: ni el sud ni el nord havien aconseguit entrar als mitjans el 2008. El Montsant començava a treure una mica el nas, tota Barcelona abominava dels Priorats per massa cars, i no entraven a les cartes ni la quarta part dels que ho fan ara. La Terra Alta ni tan sols es coneixia, i l’Empordà potser hi era present per mitjà de Perelada. Les coses han canviat molt, i el treball de tots els cellers implicats ha estat intens per tal d’aconseguir un resultat que diversifica la oferta de vi català a la capital.

No som història encara, és clar que no. Però no es pot fer un balanç del vi català actual sense mencionar La Guia de Vins de Catalunya, perquè el món del vi a Catalunya s’ha girat com un mitjó en els darrers sis anys: per això donem per bons, i molt sovint fins i tot oblidem, els insults, putades, enveges i menyspreus, inclosos en el pack que comporta fer una guia. Es lo que tieneeee...

sábado, 15 de marzo de 2014

Sobre las ferias

A menudo me da por hacer transcripciones casi lineales de lo confesable que mi cabeza genera en algunos entornos. Este texto lo escribí después de estar apretujado un cuarto de hora en la cola de Alimentaria 2012, y para  mí es vigente aún.
Por eso este año La Guia se dará una prórroga en la organización de actos públicos, ya que necesitamos reflexionar sobre la posibilidad de asentar un modelo diferente al mayoritario; al sector le cuesta incorporar alternativas incluso cuando los sistemas conocidos han caído en la obsolescencia más absoluta, pero nuestras propuestas son aún débiles para cambiar nada.
Anticipo las disculpas por el carácter desinhibido e inmediato de algunas “reflexiones” dentro de este texto. A mí, simplemente, me divierten mientras no consigo evitar el vicio de analizar, sin  pudor alguno, todo lo que aparece también sin pudor de ninguna clase ante de mis narices.


Ganarse honestamente un dólar



Una jauría ávida forma una cola en la que estoy atrapado, sin que pueda hacer nada por liberarme de los subproductos de quien me preceda o que se encuentre detrás de mí, y que se deje oír, por desgracia. No escribiría esto si no fuera por cierta vergüenza ajena que se apropia de mi cabeza entera cuando oigo tonos estudiados, confidencias forzadas o quizá imposibles de retener sobre la cena de anoche, de la cual una chica joven, rubia de bote, quiso liberarse pero no pudo nunca antes de las doce. Me la imaginé respondiendo, cuando la invitaran a un whiskito, que mejor no porque le sienta muy mal: y ante la pregunta de qué le pasa para que le siente mal, contestando “las piernas, que me se abren”. Quizá lo hizo, porque parece que la compañía no tenía la edad necesaria, y como cenicienta, decidió retirarse prudentemente antes del destilado fatídico que accionaría sus abductores como por arte de magia. Ya se sabe, en las ferias pasa de todo.

Mientras doy rienda suelta a estas reflexiones para matar sanamente el tiempo, detrás de mí me ataca suavemente una mano en el hombro.

- Disculpa, ¿tú eres el redactor de TVGA?

Me volví intentando entender de qué iba la cosa, pero por mi falta de interés, tan aleatoria y brownoidea como siempre, no lo conseguí. Un loro de ojos vistosísimos explotaba su única cualidad con desparpajo, sonriendo sin enseñar los dientes, pero obviamente interesada en la respuesta para que asintiera o me quitara de en medio de una puta vez. Al ver que no entendía, me señaló ante mí a un tiparraco que portaba una cámara de video en el hombro en la que no había reparado siquiera. Entendí entonces que pensaba que yo formaba parte del equipo, y por toda respuesta la invité a pasar para que le comiera la oreja al verdadero redactor-cámara-reportero-chico para todo de TVGA: tanto ella como su jefe, que iba detrás arrimando la cebolleta a hurtadillas. El pobre hombre que cargaba con la cámara intentando que nadie se partiera la crisma  se resignó a escucharla por educación. La chica mendigaba un cameo aunque fuera rápido, por supuesto:
- Pues mira, estamos aquí en multiproducto y somos gallegos. Trabajamos cuarta gama de verduras, ¿conoces el producto?
- No. ¿Es gallego?
- Claro, claro, somos una empresa gallega.
- Me refiero al producto, no a la empresa.
Duro, el hombre. Venía a hacer un reportaje de productos gallegos, no de verduras de cualquier lugar en donde las vendieran baratas, para después de comprarlas regateando incluso, cortarlas y embolsarlas de cualquier manera.
- Hombre, no toda la verdura que tenemos es gallega, claro. Hay verduras que vendemos que en Galicia no se pueden cultivar.
- Pues entonces veré si me queda al final para unos segundos, pero antes tiene que entrar producto gallego, ya sabes. Marisco, pescado, carne, lacon, grelos, albarinho, ribeiro, orujo, queso... Creo que no voy a tener tiempo.
- Bueno, pero puedes hacer un esfuerzo, ¿no? ¿no lo harías por mí?
Sólo vi la cara del pluriempleado, pero me habría gustado más ver la de la chica. Quizá confiara en el pestañeo intensivo de sus ojos, pero sólo consiguió que el hombre saliera del paso educadamente. Por si acaso ayudaba, su jefe sonreía justo detrás, arrobado en una mueca gilipollas, quién sabe si el profesional de la imagen-redacción-periodismo-suslabores prefería la carne al pescado, por supuesto gallegos siempre. Yo les habría soltado un directo a la mandíbula en forma verbal clara, si ha de ser por eso no creo que pueda, pero no lo hizo. Fue mucho más diplomático: con acento muy gallego, todo él temático como era, cogió la tarjeta y respondió veré lo que puedo hacer, girándose después de una media sonrisa de compromiso que quería decir mejor le pones un cirio a la virgen de Lourdes.
Por fin conseguimos entrar. Mientras me entero de cómo se acredita uno aquí, voy oyendo perlas producto de reencuentros bianuales, o quizá más a menudo entre toda esta horda de feriantes-comerciantes-pedigüeños-zalameros, que  llenan la entrada de trajes, corbatas, panzas incipientes los más jóvenes, bodegones inmensos que atestiguan los años de comilonas feria tras feria, los veteranos: de vestidos vistosos y elegantes, pero provincianos y de pésimo gusto la mayoría, que llevan las mujeres que van a vender, entusiasmadas por su presencia en un evento tan caro como ostentoso e irreal. Oigo a mi espalda alguien que habla por teléfono y que intenta encontrarse con otro, preguntándole ¿cómo vas vestido?, quizá por si acaso va en pelota. Una venta fuerte habría de ser para que alguien aguante esa pregunta sin colgar el teléfono; al menos un servidor no la habría aguantado, me habría largado de allí por haber asistido, al haberla oído, al máximo de la obscenidad por una venta, a la ausencia de materia gris por un roñoso dólar que ganar honestamente, a ese lo que sea por encontrarnos y vender alguna cosa antes incluso de entrar en las salas de exposición. La respuesta más normal, llevo traje y corbata, y entonces no habría manera de encontrarle; la respuesta más directa, llevo taparrabos y un hueso debajo de la nariz.
Dentro todo son sonrisas, abrazos y elogios. Aquí todo el mundo triunfa, todos sonríen, rodeados de stands diseñados para acojonar payeses, que tienen ya muchos años encima, aunque se conserven bien con algo de mantenimiento. Pero pertenecen a otra época, a la de vacas gordas, las mismas que ahora muestran la piel pegada al esqueleto después de siete años de plagas y sequía, como si se repitiera la historia bíblica; los expositores quieren que parezca que no se han enterado, que ellos están por encima de esas minucias, y que sus empresas tiran como la locomotora del tren bala. Todo el mundo hace la pelota, pero entro en la rueda sin transmitirla, aún a riesgo de parecer borde.
Sin embargo, mientras me hago la ilusión de que no transmito el peloteo y de que con ello consigo algo, me doy cuenta de que sólo soy un espectador que se niega a levantarse en un inmenso y repleto campo de fútbol, mientras el resto entero del estadio, en un acceso de coherencia con toda su vida entera hasta hoy, hace la ola.

viernes, 14 de marzo de 2014

Quería proponerte una sinergia…

Antes de comenzar con la cuestión quizá deberíamos definir sinergia: dícese de la circunstancia en la cual dos intereses confluyen y trabajan conjuntamente sin intercambio alguno de dinero en la mediación. Puede ser que el objetivo común sea ganar dinero, pero en estos tiempos de crisis la gran mayoría de las propuestas se basan en estructuras ya existentes, en material no tangible, que no es que sea barato; es que no tiene coste, que es distinto.

Desde 2008 las propuestas de sinergia a La Guia han aparecido a razón de dos o tres por semestre. Puede que el acopio de información haya motivado a muchos a acercarse, pero como las crisis tergiversan cualquier significado, la mayoría de las veces no era una sinergia, sino una toma subrepticia de energía ajena sin  intercambio alguno de dinero, por supuesto. Por eso para nosotros, la palabra sola ya motiva al menos sonrisas, y si comenzamos a recordar casos llegamos a las carcajadas.

La Guia conlleva ciertos requisitos que la convierten a menudo en una hermanita de la caridad. Muchas bodegas escuchan consejos que ponen después en práctica, pero a nosotros no se nos ocurre siquiera cobrar por ello, ya que pondría en entredicho la edición siguiente si trascendiera. Y este sector es un mentidero en el que hay un montón de porteras corriendo por ahí, así que tardaría lo mismo en saberse que si lo publicáramos en la primera página de La Vanguardia. No siempre es negativa esta condición: vale la pena tenerla en cuenta cuando quieres que se sepa algo en concreto, sólo tienes que decir “no se lo cuentes a nadie, a ti te lo digo en confianza: ¿somos amigos, no?”, y ya sabes que en una semana lo sabe todo cristo.

Esos mentideros están llenos de cabezas que van pensando por dónde tirar p’alante. No hay que confundir tirar p’alante con avanzar, son cosas que no tienen por qué ir de la mano. De hecho, casi no se conocen una a la otra, aunque semánticamente generan una confusión que muchos utilizan en provecho propio. Tirar p’alante es seguir reptando, poco más. El contenido es aleatorio por completo. Es darle una patada a la pelota para poder seguir corriendo tras ella. La portería no importa nada, de momento; no hemos pasado ni de medio campo aún. El cutretexto de esta canción retrata a este colectivo bastante poéticamente; sobretodo el estribillo...




En todos estos años hay bastantes personas que han pensado en el fondo de información de La Guia para seguir reptando. Pero es un fondo de información por el que no se debía pujar; ¿para qué? ¡Si son tan tontos que lo publican! Las propuestas han sido muy variopintas, algunas para mearse de risa:


- Debido a nuestro contacto con un montón de bodegas y a los actos que organizamos a menudo para vender y promocionar vino catalán, un profesional del sector nos vino a ver una vez a una de las sesiones de cata. Nos proponía que colaboráramos en la contratación de espacios para la feria de Sabadell. El argumento para que le ayudáramos era que el se lo “jugaba todo”, y el pago, un stand para vender libros y una ponencia. Obviamente, no colaboramos.

- Por participar en los recientes premios del concurso vinari como parte activa, diseminado de manera anónima todo el equipo entre los grupos de cata, pero aportando el recorrido de cinco ediciones y 8000 vinos catados, la compensación era de 800 € en publicidad en el medio afín al concurso, y no pagar el cubierto el día de la gala. Obviamente, dijimos que no nos interesaba.

- Una de las más memorables vino de Guia del Ocio. Nos propusieron una colaboración, según decían, por el carácter único del banco de datos que teníamos nosotros, y por el enfoque que le habíamos dado a la cuestión del vino catalán. Nosotros hicimos una propuesta generalista, hablar de variedades y de tipos de vino en cada zona catalana en un artículo que propusiera varias marcas representativas de lo que se estaba explicando. “Lo pensamos y os respondemos”, dijeron. Y en efecto respondieron que no tenían presupuesto para los artículos, que esto debía plantearse como una sinergia, y que la contrapropuesta era un artículo por número que fuera la “crítica” de un restaurante (que pagaba, of course), maridando sus platos con vinos de una sola bodega por mes (que también pagaba). La respuesta ya fue NO por el contenido, antes incluso de preguntarle qué obtenía La Guia de un trato así: “hombre, no tendrías que pagar en los restaurantes”… No acabó bien, está claro, ¿verdad?

- En otra ocasión nos abordó en una feria un hombre con barba y gafas, cuyo nombre no recuerdo, que tenía una web de vino catalán: tampoco recuerdo el nombre, pero podría ser vinum, catvinum, vinarius, bacchus, vinis, divinum, o cualquier latinajo completamente previsible y cutre, como todos los latinajos relativos al vino, que por sobados hacen bostezar hasta a las ostras. Su propuesta, ya en primer término, era una sinergia: él se había comprado La Guia -¡oh, maravilla!- y después de hojearla nos proponía que nosotros le hiciéramos un Excel con tooooooda la info de toooooodos los vinos que él tuviera a la venta en su web, para que él la incluyera en la plataforma cochambrosa y llena de caspa que tenía volando por ahí ¿Beneficio para La Guia? la difusión ¡Hombre! Un taco de visitas, sacaríamos muchísimas ventas de un lanzamiento así. Esta vez acabó con una respuesta lacónica, pero educada. “Te autorizamos a poner la nota y la fuente de donde la has sacado, pero nosotros no te haremos el trabajo”. Ni siquiera sé si lo hizo, nunca he entrado en esa web que me enseñó como si fuera la de la nasa, nunca conseguí retener ni cómo se llamaba.

Sólo son algunos ejemplos. Pero es que podría escribir una novela con todo lo que nos ha llegado en estos seis años. Así que si alguien, en plena crisis, os ofrece una sinergia, redefinid la palabra adecuándola a los tiempos que corren: quiero algo de ti que no te puedo pagar, y te ofrezco a cambio una nube de humo, por no decir una mierda pinchada en un palo.

Nosotros colaboramos muy a menudo de manera desinteresada en bastantes cosas por las cuales no obtenemos nada a cambio ni queremos obtenerlo. La palabra mágica para que lo hagamos es decencia, o respeto por el trabajo ajeno, o conciencia de que no se tiene mucho que ofrecer a cambio. Basta con eso, pero la verdad es que no hay mucha gente con calidad para enfocar las cosas desde el punto de vista correcto.

Por cierto, no hay que creerse lo que dicen por ahí: los tiempos no han cambiado, la crisis sigue machacando todo lo que encuentra a su paso. Por eso las sinergias aún están de moda, y ahora, entre el equipo, tienen el poder de generar una sonrisa cuando aparece la palabra en una conversación. Mejor aún, es bastante más que una sonrisa cuando desaparece el interlocutor.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Ni amb tu ni sense tu

Ara deu fer dos o tres anys d’un tast gairebé històric d’una gran marca a l’Hotel Ritz. Així és com es va catalogar en sortir, tothom meravellat per la qualitat del tast vertical, pel nervi que tenien encara vins de gairebé vint anys o més, i sobretot pel fet que moltes ampolles potser ja no hi eren al mercat, o bé si es trobaven eren impossibles de comprar.

En sortir, l’actual director del concurs Vinari, la Imma Pulido i un servidor vam anar a fer una cervesa, per variar una mica. Comentaven tots dos que el chardonnay que havíem tastat era excepcional, i que aguantava molt bé tot i haver passat una pila d’anys que voltava pel món. Jo vaig contestar que cada any, a La Guia, tastàvem potser set blancs de chardonnay amb fusta que eren equivalents en qualitat, però a la meitat de preu o menys encara, i em van mirar tots dos amb cara d’incrèduls. Com si hagués exagerat.

Llavors vaig començar a dir les marques i tot d’una van dir “ah, si!!”, cada vegada que deia un nom. Però afegien “no l’he tastat”, és a dir, no els coneixien, i està bé que ho reconeguessin llavors in situ, evidentment.

Primer de tot, per a nosaltres no és cap mèrit, perquè és la nostra feina. I aquest és un cas entre molts, dels quals el que ens sobta és que passat qualsevol episodi d’aquest tipus sempre tornem a sentir la mateixa cançó: “us creieu que sou els únics que tasteu”... “vosaltres teniu una opinió, i és una més entre moltes”... Entenc que en situacions com aquesta es demostra una diferència molt gran pel que fa a coneixement, i a més, en l’argumentari, apareix un fet que ens crida especialment l’atenció. M’explico:

Cada any quan surt la Guia hi ha un grup important de professionals que diuen que està bé, que és una opinió, però que ells tenen el seu propi criteri. No pretenem que tinguin el nostre, mai de la vida: però empren cada mes de novembre la mateixa afirmació amb un dèficit acumulat any rere any d’experiència i de coneixement de la matèria, atès que en el millor dels casos tasten la meitat que nosaltres. I cada any és més ridícula la reacció, perquè nosaltres publiquem el que tastem, i ho tastem tots plegats alhora.

Només caben dos possibilitats per establir la conclusió de tot això: la primera versió és que els que diuen això són uns superdotats, i llavors potser no cal que ens prenem la molèstia de tastar tant, atès que ja hi ha qui, tastant només la meitat, sap tot el que s’ha de saber sobre vi català. La segona versió diu que en posar la seva opinió sistemàticament al nivell de la nostra, sempre arriba un moment en que es fa palès aquest dèficit de coneixement, com ara en el cas citat. 

La pregunta a fer-se, llavors, té molt a veure en esbrinar qui és el petulant en aquesta història: però serà difícil establir a curt termini un pont per l’enteniment, atès que els termes reals de la qüestió els posa de manifest aquest clip.



Més enllà de tot això, per passar per sobre d’aquestes dues raons hi ha qui ens diu que hi ha molta gent a Catalunya que ha tastat molt vi català, fins i tot més que nosaltres. Ni ho nego ni ho puc comprovar, però en tot cas no serveix de gaire si no publiquen res del que saben. I llavors, pel que fa al sector, són completament improductius: un expertíssim zero a l’esquerra que mentre no demostri que és cert el que diu, queda envoltat de dubtes.

Tots sabeu la nostra posició davant els premis vinari; no faig aquest post per descrèdit de ningú, simplement per deixar clar que si l’exponent públic més mediàtic, actualment, de coneixement del vi català, no tenia llavors un registre de tast amb esperit comparatiu per manca de dades al voltant dels vins que li esmentava, penseu per un moment en quin estat està tota la resta de professionals del vi català en aquesta qüestió, fins i tot quan per afegir valor al seu criteri diuen que el nostre només és un més.

Comparar, evidentment, és el primer esglaó per puntuar. És mullar-se, al cap i a la fi, en quin és el millor en un grup de vins concret: és prescriure, però sobre tot és conèixer. Si s’aplica la memòria en quantitat suficient, portes el registre al damunt, duus la informació incorporada, que és el que ha de fer un professional de qualsevol cosa enlloc de confiar en internet cada cop que necessita res. És una actitud general, ningú no pensa actualment que el cervell és un banc de dades que s’estimula més com més dades té; ni que anar pel món amb el cap descarregat perquè la informació ja és al núvol equival a perdre cada hora que passa moltes oportunitats de reflexió i de creativitat. Malauradament, el món professional del vi no és cap excepció a aquesta tendència.

Calen moltes coses per configurar una promoció seriosa i conseqüent del vi català, no només a Catalunya, sinó arreu del món. Però la primera, potser, és que els que han de fer-la tanquin el focus en un sol objectiu, que aprofundeixin en el coneixement de la matèria i que facin colzes per portar la informació a sobre i a tot arreu, i no al núvol, tot i que estigui ara molt de moda.


Potser cal afegir, a més, que tot allò que estigui buit de contingut i de compromís no val per gaire: és “más de lo mismo”, i si abans ha fracassat, no serà ara que aconseguirà resultats, oi?

lunes, 10 de marzo de 2014

Consells de Consum

D’aquí a uns anys, quan veurem de nou les imatges alentides d’un jugador de futbol celebrant un gol amb la boca oberta, entusiasmat d’humiliar la mare del porter -com deia en Gila-, potser ens farà vergonya: vergonya aliena perquè es tracta d’eines que s’han fet servir a bastament des del poder polític per enaltir líders de tota mena, però gairebé mai bons. Vergonya perquè, al cap i a la fi, només és un jugador de futbol que ha marcat un gol; no és un metge que ha fet un gran descobriment, no és un polític que ha posat pau al seu país, no és un missioner que aconsegueix que mengin cada dia milers de persones al tercer món.

Tot i que no deixa de ser un consell de consum. El nen que veu aquella celebració, aquell anunci d’un estil de vida, de gran també voldrà agafar la samarreta quan marqui un gol, fer-li un petó a l’escut que sigui mirant a l’afició embogida, y cridar el que calgui amb la boca molt oberta com si fos el rei d’Esparta arengant als altres 299. Tindrem sort si la vida l’obliga a triar un altre camí, com ara metge, o missioner, perquè ara mateix si tria la política ho farà per raons semblants als motius per ser futbolista.

Què passarà si al final és sommelier? O crític gastronòmic? Que el seu ofici serà donar un altre tipus de consells de consum. Sovint difícils de pair, però consells de consum, al cap i a la fi. La tria d'aquest professional, a primera vista, no hauria d'estar contaminada per interessos de cap mena, serà lleial cap el seu client. Però sembla difícil d’acceptar l’argument que autoritza el seu consell si aquest mateix defensa que les sensacions i les emocions, mitjançant els sentits, són els únics paràmetres per valorar un vi o un plat.

Perquè potser qualsevol consumidor, amb aquest argument pel mig, se sent capacitat per emetre aquest judici. Potser li sembla que la xerrameca que no escolta no és més que verborrea per posar el gust de l’emissor fictíciament per sobre dels sentits del consumidor. Potser percep que se li està tractant, amb tota la incoherència del món enmig de l’argumentari, d’analfabet sensorial.

I és que sembla que hi ha més coses que no s’expliquen perquè el públic no té prou paciència. Els punts de cocció, per exemple, tenen una mena de ciència oculta, però després els restaurants se la passen per l’arc de triomf en preguntar com agrada la carn que sempre tothom demana, per no quedar malament, “al punt”: com que queda malament dir que agrada més aviat feta, es tria la opció que deixa clar que crua, no. Sempre he pensat que qui decideix finalment és el cuiner, i que els clients li reten una mena d’homenatge, atès que tothom es menja la carn al punt de qui la prepara. En els vins les qüestions tècniques i varietals generen debats interminables, però la proposta de qualsevol consumidor que no vol escoltar subproductes de la incontinència verbal és més simple: A MI M’AGRADA O NO M’AGRADA.

La conclusió és que la reacció contra la complexitat és la simplicitat, però vestida amb més o menys glamour segons el lloc on s'estigui. Cal no quedar-se aturat en aquest glamour, i entendre que el que rebutja un argument una vegada, normalment el rebutja per sempre: el classifica, per dir-ho més directament, entre els temes que no mereixen atenció per estar ja solucionats, com jo mateix faig amb les evolucions dels futbolistes (més encara si em passen les imatges alentides amb escopinada inclosa) que no aconsegueixo treure de la paperera de reciclatge. Amb aquesta simplicitat tan sana, abans la gent bevia el vi que tenien a prop i que els agradava, el vi del seu territori; i el consumidor no patia aquesta mena d’anatemes per eradicar les barreges amb gasosa o coca cola, per excomunicar a qui no faci servir una copa de cristall, per menystenir a qui no vulgui dir cap genialitat tot just després de tastar-ne un glop.




Les raons del fracàs de l’estil de comunicació del món del vi, del descens de consum, de la pèrdua del mercat, radiquen en voler derivar del sector més bàsic a l’elit, deixant lliure un gran número de persones que la cervesa no ha deixat escapar, és clar; que han rebutjat l’argument, és clar; i que ja no escolten res que vingui del món del vi. 

Després d’aquesta pèrdua, carregada de menyspreu al menys en la percepció del públic desertor,  es fa palès que les coses que no tenen un bon esquelet com a suport aguanten molt menys que les que el tenen: el folre i els diners no donen prou fortalesa a res com per que aguanti sense el criteri que el motiva.

No fa gaire, un editor ens proposava una secció a un mitjà tot proposant que havia pensat que es digués “El buen beber y el buen comer”. I quan ens passen aquestes coses em sento com Abraracurcix. Mooolt cansat. Perquè cada dia costa més fer entendre que no s’hauria de donar un consell de consum sense fer una proposta diferent a la “tradicional” del sector cap al gran client, que és exclusivament hedonista, i per tant selectiva i elitista. I que per arribar a aquest consumidor cal incloure el territori en el discurs, per aconseguir que la gent escolti en número suficient, per interessar-los per alguna cosa que no sigui tan fútil com el gaudi dels sentits.

Per això, d’aquí a uns anys, quan veurem o llegirem la nota de tast d’alguns sommeliers o professionals, des de la vergonya patirem la supèrbia del que disposa dels seus sentits “educats” per recomanar el gaudi més acurat al consumidor que no tingui les papil·les prou formades, tot esperant que just després se li aplaudeixi i se li faci la onada; gairebé com si es tragués la samarreta corrent cap a la banda i fent un bombo amb les mans dediqués el gol a la seva dona prenyada.

D’aquí uns anys, quan llegirem aquella nota de tast que escriurà algú altre a la secció “el buen beber y el buen comer”, sabrem en acabar-la que no era un consell de consum imparcial; que el sommelier buscava un anunci o un suport i que, salvant les abismals distàncies econòmiques, volia ser de gran el futbolista que ingressa més per drets d’imatge derivats de la publicitat que pel seu mega-salari. I tornarem a sentir vergonya.

D’aquí a uns anys ens costarà entendre com és que la formació deixa tants espais buits com per no adonar-se de la futilitat d’un simple consell de consum, fins al punt que molts els converteixen en la manera de sobreviure arrossegant-se com les serps: com és el cas de molts que fan servir els seus mitjans només per tirar endavant, sense pensar en que la vergonya els bloquejarà el cervell amb una mena de corrent elèctric, cada cop que hi pensin de nou. 


martes, 4 de marzo de 2014

El Vi i la Muntanya

La relació històrica entre el vi un medi feréstec per la vinya com és la muntanya no és precisament idíl·lica. A certa alçada les varietats tradicionals no vivien massa bé, així que sovint es triaven algunes varietats més aviat de raïm de taula. Les maduracions més tardanes i difícils feien que els vins fossin molt difícils de beure i molt fluixos. Si a això afegim que a la Catalunya medieval la vinya era un conreu gairebé de luxe, sovint fronterer, que només es permetien els pagesos amb possibles, trobarem que el que corre ara entre alguns cellers de “recuperar la vinya de muntanya” no sembla massa precís pel que fa a la tradició vinícola catalana.

Però quan diem muntanya, a més, cal treure del mapa el Priorat i el Montsant, perquè sobre tot estem parlant de vinya marginal, no de zones de producció consolidada i històricament documentada. Hi ha hagut sempre zones de vinya més o menys marginal, sobre tot, a les muntanyes de la zona fronterera de Lleida, a Costers del Segre.
Fa anys que penso que Costers necessita un reset. Néixer amb l’esperit de ser un banc de proves on tot hi cap no és un bon començament, però al marge d’aquesta vocació experimental, a la zona hi ha potencial per fer coses, recuperant la garnatxa negra i l’ull de llebre i apostant per la macabeu que aconsegueix una expressió excepcional a la zona. Però un esperit tan eclèctic, diguem d’acollida generalitzada de varietals fa difícil que aquests esforços siguin la cara més visible de la DO. Menys encara quan s’instal·len iniciatives que volen recuperar, precisament, la vinya de les muntanyes pre-pirinenques.

No crec que aquests projectes tinguin sentit: aquestes vinyes es plantaven en períodes en els quals les fronteres s’havien d’afermar amb algun conreu, raó per la qual el cultiu que es triava havia de reunir dues característiques: la primera, que no demanés massa feina per no haver d’exposar-se massa, i la segona que es pogués prescindir si anaven mal dades. Més endavant, només en períodes de molta demanda han estat conreades, com ara durant el segle XIX llevat dels darrers anys, quan van caure a mans de la fil·loxera. Després d’això, mai més havia estat necessari tenir aquestes vinyes en compte.

La raó per plantar ara allà? El canvi climàtic. Sembla que a la plana cada any fa més calor, que els cicles vegetatius s’escurcen, i que caldrà anar a conrear més alt per buscar la fresca que abans hi havia més avall. Si això és així ara, com és que les varietats plantades són austríaques, alemanyes, o franceses de clima fred?
Creure en el sentit de territori de l’argument demana un plantejament de futur a llarg termini: per quan no es pugui conrear a la plana, els propietaris d’aquestes finques podran empeltar per fer dels peus de Gewürztraminer i companyia ceps de varietals autòctons, i així tenir vi de varietals tradicionals, i de vinya de certa edat, en dos anys. Però deixeu-me que dubti d’aquestes intencions, perquè la norma diu que aquest tipus de propostes no acostumen a quallar a Catalunya.

La reflexió, a present, és la següent: no calia anar a la muntanya a recuperar vinya que hagués existit amb anterioritat, si el que es planta és un varietal alemany, francès o austríac. I, alhora, la resta de l’argument no aguanta ni un assalt, un altre cop: si les varietats tradicionals no aguanten allà a dalt, vol dir que el canvi climàtic no justifica aquestes operacions encara. Dit això, la voluntat d’empeltar en el futur no ens la creiem gaire; més aviat sembla que es vol fer vi amb aquests varietals, i que són aquests varietals els que són incapaços d’adaptar-se a la plana i produir bon vi. Per semblar-se a l’original del qual es vol fer còpia, cal buscar certa semblança en les temperatures, i per això es puja muntanya amunt per plantar.

En resum, la vinya de muntanya a Catalunya existeix; al Montsant la Serra de Llaberia, per exemple; a més de tota la orografia del Priorat, parlaríem especialment de Scala Dei i La Morera de Montsant. Algunes zones de la falda de l’Albera també ho serien, a l’Empordà. Al Penedès i a la Conca també en trobaríem parts com ara Pontons, Mediona o Fontrubí. Però en tots els casos parlem de vinyes que tradicionalment s’han conreat de manera contínua, molt més per la qualitat del raïm i del vi que se’n fa que per motius derivats de criteris productius.

Tot això és l’exemple, un altre cop, d’un argument construït ad hoc per acomodar-lo a un projecte concret. Es comet molt sovint aquesta errada a Catalunya: arriba el propietari i diu “vull fer això”, i tot i que sigui un disbarat perquè el territori diu no, no, no, acaba fent-se...



Les coses s’han de fer a la inversa, potser: primer mirar què diu el territori que s’ha de fer, i després, pensar com fer-ho. Però tot i que pugui semblar el contrari, en termes vinícoles som una contrada jove, i els reglaments de les DO catalanes es van redactar i reformar en temps d’expansió: per això apareixen aquests petits desgavells, per que són molt permissius amb el discurs i també amb l’ús de varietals de tota mena. Haurem d’esperar uns anys per que tothom prengui consciència del potencial immens que hi ha donant prioritat al que ens és propi... Serà abans del que sembla.