Lectors

viernes, 28 de marzo de 2014

El vino y el coño

Para este sector siempre hemos sido unos extremistas. Hasta en las maneras. Siempre nos han dicho esa frase tan ñoña, tan cursi, que se suele decir cuando no se tiene argumento para rebatir una exposición:

“No es lo que dices, sino cómo lo dices”

Es una práctica muy habitual, un recurso-burladero que cualquiera ha utilizado en alguna ocasión: se enciende la discusión, alguien suelta un taco, a menudo porque le están insultando la inteligencia, y el interlocutor, o como haya que llamarle, aprovecha para salir despavorido hacia la puerta:

“Ah, no, si empezamos con este lenguaje aquí se ha acabado el tema”

Como si realmente la chicha estuviera en la forma, y no en el fondo. Pero lo que le ocurre a todos los amantes de la politesse  en la dialéctica -hay muchísimos, la mayoría ocasionales- no es que su educación de colegio de curas rijosos les prohíba escuchar tacos, no… Es que en el curso de la discusión han recibido más de un crochet y quieren retirarse al rincón y conseguir como sea que el árbitro declare combate nulo.

Los tacos tienen esta cualidad: aparecen en una conversación y alguien se escurre como una anguila, imposibilitan el desarrollo de cualquier idea dentro de una discusión, siempre y cuando entre en el ring esa moralina que viene directa de Escrivá de Balaguer, que hace que no se pueda hablar más. Combate nulo por mala educación.

 


Yo no suelo decir tacos en mis intervenciones ni tampoco los uso demasiado en estos posts, pero siempre me han dicho esa cursilada de las maneras, supongo que para acabar apropiándose de las ideas ajenas sin tener que pagar ni reconocer peaje por ellas: que al final, a pesar de que estamos en Catalunya y sabemos muy bien lo que es un peaje, nos hemos quedado sin cobrar, por supuesto. Una maniobra muy bien estudiada: a veces hablaban de la prensa internacional, que va llena de estas ideas; otras de la poligénesis; otras de un historial propio muy anterior a nuestras aportaciones… Pero siempre han hecho un sinpa en todos sus textos, casi sin excepción.

Ahora nadie le dirá Joan València no es lo que dices, sino cómo lo dices: seguro que no. Su frase se las trae, directa en el morro a varios profesionales del sector, enólogos todos, al decir que la mayoría de los vinos naturales que había traído a una cata tenían defectos serios (la leo en un post de twitter y en Facebook):

Os miráis el vino como un ginecólogo mira el coño de una mujer”

Si lo hubiéramos dicho nosotros, no quiero ni pensar qué circularía por los mentideros del sector, siempre dispuesto a jugar al juego del teléfono.

No entraré al trapo con esa frase. Me guardo incluso mi opinión sobre los vinos naturales, porque creo que cada vez que sale una tendencia alguien ha de decir que, sea el que sea el método o filosofía con que se haga un vino, se puede hacer bien o mal: y siempre hay de todo en todas partes. Tampoco me echaría para atrás el lenguaje; incluso me divertiría seguir en una especie de escalada procaz para ver quién gana; siempre que lo he hecho la cuestión no era ganar, sino reírse un rato.

Pero estoy seguro de que los que se han apresurado a encontrar chispas de genialidad en la frase de Joan no le seguirían el rollo. Por falta de argumentos, al segundo asalto le hubieran dicho

“Ah, no, yo si no es con un mínimo de educación no sigo hablando…”


Y hubieran salido por patas, aliviados por el exabrupto tan in/oportuno…



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