Lectors

miércoles, 19 de marzo de 2014

Ícaro

Siempre que un medio se acerca demasiado al poder me viene a la cabeza Dédalo, Ícaro, el Boyero y el Sol, todos juntos, e identifico a unos y a otros con su ingenuidad o con su alevosía.

El poder sólo apoya si le va a servir de algo hacerlo. El poder aniquila el criterio, la expresión libre de las ideas, el debate. El poder intenta meter a todo el mundo en el mismo saco, siempre con la excusa de que es necesario “sumar”, aún a riesgo de que para algunos sea una resta excesiva.

Por poder no debe entenderse solamente el político, sino también el económico. En tiempos de crisis, cualquier euro que entra es bienvenido con una reverencia de las que acaban en lumbalgia, cediendo la línea editorial entera a cambio de unas pesetillas. De nuevo el corto plazo, la urgencia y la inmediatez son los tres árboles que no dejan ver a nadie el enorme bosque que hay justo detrás.

Lo peor es que esta actitud de servilismo ha generado una percepción especial del mundo del vino por parte de los medios generalistas. No es un tema que interese universalmente, así que algunas plataformas tipo magazine incluso aprovechan para programar secciones con las cuales facturar. Y por supuesto, los contenidos son de esos que vale la pena olvidar de inmediato, por ser, siempre, más de lo mismo. Quieren ver lo que el mundo del vino ha vendido, que no es otra cosa que lo que representa de manera impecable Vincent Price en este fragmento.



Acostumbrados a un mensaje siempre positivo, no es bienvenida una versión más realista de las cosas. Si la apuntas, a los 30 segundos te cortan, o el tema recién planteado ya no se toca más en el curso del programa. De todas las ocasiones que hemos ido a medios a hablar de vino catalán, recuerdo un par, como máximo, en que pudimos expresar un porcentaje adecuado de nuestras propuestas e ideario. Lo que sí preguntan siempre es cuál es el mejor vino…



Puestos a hacer otro paralelismo, nadie creyó la respuesta del mandatario iraní Ahmadinejad cuando se le preguntó por el colectivo homosexual en su país, al saltar la noticia al mundo de que eran perseguidos y encarcelados: “en nuestro país no tenemos este problema”, dijo. Siempre tajante, con su punto de vista sesgado y particular, pero cargado de cinismo. Y es que las afirmaciones categóricas sobre cualquier cosa no se sostienen nunca, las de nadie, sean de mayor o de menor alcance sus consecuencias.

Sin ánimo de dar la misma importancia a una cosa que a la otra,  cuando una denominación de origen o la propia administración hacen promociones genéricas de la calidad y diversidad del vino que se produce en Catalunya, ¿no tiene el mismo formato que cualquier sentencia categórica del corte de la anterior?

Seguro que los propios emisores de estas promociones genéricas no se han percatado de que sus propuestas están motivadas por el respeto a todos los productores, mucho más que por el objetivo de cualquier campaña, que es obtener éxito mediático que se traduzca en ventas: tampoco de que sus requisitos para idear los contenidos de cualquier promoción son castradores para los resultados posibles; ni de que si esto es así, el problema son ellos mismos, nunca el mercado que no escucha o no tiene suficiente "cultura del vino". Particularmente esta última explicación es la panacea para seguir por el mismo camino una y otra vez sin resultado, con la excusa de que como se conseguirá que la gente escuche es transmitiendo la “cultura del vino”. Me parto…

Seguro que no se han dado cuenta de que un mensaje tan impenetrable como “todo es bueno, escoge el que quieras”, conduce mucho más al escepticismo que al interés, como les pasa a ellos mismos con el cinismo del iraní. Porque para el iraní, sin embargo, la respuesta es clara: no se lo creen, dice un disparate. No entiendo, sin embargo, que propongan acto seguido que lo importante es el contenido y no el formato categórico e irreal en que se transmite. Me parece muy infantil. Vale cualquier ejemplo en cualquier campo: si es ajeno al suyo, no se lo creerán, pero luego reproducirán el formato de nuevo, a la primera ocasión en que tengan que hacer promoción de lo propio.




El poder, el que sea, tiene estas cosas. Su interés condiciona un mensaje y consigue que cada esfuerzo que se hace, por el compromiso adquirido, caiga en saco roto al menos en un 90% de su posible resultado, tan solo por un contenido que nace determinado y que no motiva a nadie. Y mediatizando el mensaje propio y ajeno mediante alguna clase de coerción más o menos encubierta, atrae a los medios como moscas que van a la miel, que pierden las alas a una velocidad de vértigo al renunciar de antemano a su ideario o bien venderlo a cambio, todo lo más hoy en día, de presencia y apoyo puntual; a condición de que el contenido sea pacífico y “sumador”, de que cualquier voluntad crítica haya sido abortada de antemano.

Nada de todo esto es una característica de éste momento, sino que es una constante. Y no sólo en este sector del vino, sino en muchos otros.

Así que si alguien quiere ejercer la libertad de opinión, debe escuchar el consejo de Dédalo primero: No te acerques al Boyero, que te cortará las alas con su espada, ni tampoco al sol, que fundirá la cera con la que las has pegado a tus brazos.


Me alegro de haber aprendido a volar a media altura. De estar al margen, al coste que sea.

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