(escuchar toda la canción)
Yo
también he estado alguna vez en esa clase de fiestas en las que lo mejor era no
estar invitado. Detalles aparte, solía ocurrir que a la mañana siguiente no te
acordabas ni de la mitad de lo ocurrido; y a veces pensabas si valía la pena,
por el posible espectáculo que otros presenciasen, consciente de la vergüenza
ajena que uno pasa cuando es el espectador en esos casos.
Uno
abre la puerta de su casa y entra cualquiera: es un planteamiento como
cualquier otro, pero llega un momento en que hay que poner unas normas, un poco
de ortodoxia en la propia vida.
Con
humor, desde luego. Pero con orden. Ya no puede entrar cualquiera en cualquier
lugar, ya no quiero conocer a tanta gente, ya no me apetece no saber qué pasó
anoche.
A las
DO catalanas les debería pasar lo mismo. Orden, un poco de ortodoxia, y sobre
todo rigor a la hora de definir el futuro. Se intuye en algunas esta dirección; sin embargo todavía hay síntomas de fiestas multitudinarias a las que nadie ha sido
invitado, pero viene todo el mundo, sea francés, alemán o italiano.
Ahora hay que
poner un portero cachas para no dejar pasar a los que se instalan sin permiso.
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